La Inmutabilidad de Dios
Marcos 14:36
1 Juan 5: 14-15
Introducción.
Dios es un ser inmutable. Esta es una de las características de su persona que lo distingue de todas sus criaturas, el hecho que es el mismo perpetuamente y no está sujeto a cambio alguno en su ser. Sin embargo todas las criaturas están sujetas a cambios, a partir del hecho que en algún momento fueron creadas. Dios no tiene principio ni fin, Dios es para siempre.
Ahora quiero que piensen qué ocurriría con nuestra fe si Dios no fuera inmutable, es decir, cambiara de opinión con respecto a nuestra salvación. En otro ámbito, que Dios envejeciera y se debilitara; que tuviera un final, etc. ¿Podría cumplir lo que ha prometido?
El testimonio de la Escritura es contrario a esa idea. A Dios se le describe como una “roca” en Deuteronomio 32: 4 y Santiago 1: 17 dice que Dios no cambia.
Dios se describe a sí mismo como “Yo soy el que soy” (Éxodo 3: 14) y “Yo el Señor, no cambio” (Malaquías 3: 6).
¿Cuál debe ser nuestra respuesta a esta revelación del carácter de Dios?
¿Cómo podemos aplicar a nuestra realidad esta verdad?
1) Dios es el mismo en su naturaleza. Dios es inmutable en esencia, su naturaleza y ser son infinitos, y por lo tanto no están sujetos a mudanza o variación. Dios nunca ha evolucionado, crecido o mejorado, sus atributos siguen siendo los mismos. Él no puede mejorar porque es perfecto, de modo que su poder no puede disminuir y su gloria palidecer.
¿Qué implica para nosotros esto en la vida cotidiana? Que Dios tiene la misma opinión respecto del pecado. Aunque nosotros cambiemos de opinión a medida que transcurre el tiempo y miremos con buenos ojos lo que antes rechazábamos. Dios sigue siendo la norma de lo bueno, la medida de lo verdadero y justo. Esto es lo que afirma Santiago.
Mira tu vida cristiana, a veces eres bueno y haces lo que Dios te dice en la Escritura, pero muchas veces eres egoísta y haces lo que dicta tu corazón. Luego pides perdón a Dios y ayuda para hacer su voluntad, pero nuevamente caes, y así sistemáticamente estamos volviendo a Dios. ¿Por qué vuelves a Dios? Porque él te perdona y lleva a cabo su propósito en ti, él sabe a dónde tú llegarás, él te conduce al cielo, muchas veces a pesar de ti. Él no cambia, sigue rechazando lo malo, nunca hará la vista gorda con tu pecado, pero nunca terminará de amarte, cada vez demanda más de ti, hasta que lleguemos a la estatura de Cristo, para eso nos dio su Espíritu Santo.
Nuestra salvación no puede depender de nosotros, porque no estaría garantizada. Al igual que Adán y Eva, nosotros no podemos ser dioses; ellos pensaron que sí podían, pero fracasaron. Cambiaron de opinión y sus planes con mucha frecuencia por su falta de previsión para anticiparse a los acontecimientos y la falta de poder para realizarlos.
El Evangelio nos dice que hubo un hombre, Jesús, que rechazó estos atributos de su persona, es decir, que no quiso ser como Dios. Pero tampoco pecó, fue perfecto en su obediencia y fue a la cruz para pagar por nuestro pecado solamente confiando en el carácter inmutable de Dios, su Padre.
Marcos 14: 36. “Abba, Padre, todo es posible para ti. No me hagas beber este trago amargo, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”. Estas palabras expresan fe y obediencia, pero también entrega a la voluntad de Dios. Cuando Jesús dice: Padre, todo es posible para ti, está en lo correcto, Dios podría hacer lo que quisiera puesto que tiene todo el poder para hacerlo y es soberano, sin embargo también se refiere a que Dios cambie de opinión respecto de la forma en que Jesús morirá para redimir al hombre, y así ser exaltado por Dios a lo sumo. Si hubiera otra forma de hacerlo, Jesús le dice a su Padre, tú la encontrarías, yo me encomiendo a ti.
Lo que me impresiona aquí es que Jesús, siendo Dios, cuenta con todos los medios para anticiparse a los hechos y tiene todo el poder para controlarlos, pero se entrega en manos de su Padre, él confía plenamente en Dios. Hizo lo contrario de Adán y Eva, que no confiaron en Dios y creyeron poder hacerlo mejor. Por lo tanto, Jesús es nuestro modelo de devoción y entrega confiada a Dios.
Esta verdad nos debe conducir a la confianza plena en Dios. El apóstol Pablo dice: “Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús”. Filipenses 1: 6. Esto es independiente de cuán inestable sea yo, de cuan inconstantes sean mis amigos. Dios no cambia sus propósitos, específicamente nuestra salvación está segura en manos de Dios porque se basa en la muerte de Cristo, no en mis obras.
2) Dios es inmutable en sus consejos. El hecho que Dios sea inmutable, implica que su palabra dicha también lo es. Eso quiere decir que lo que Dios en su voluntad pensó que era bueno antes que creara el mundo, seguirá siendo así cuando éste acabe. Este es el caso de nuestra salvación, una buena dádiva de Dios.
El hecho que Dios no cambie, significa que puede hacerse cargo de sus palabras y promesas. Esto es importante porque su palabra sigue siendo “lámpara a nuestros pies y lumbrera a mi camino” Salmo 119: 105 y 43-44, 89-91.
Entonces, como vimos anteriormente, podemos pasar períodos de dudas e inseguridad, de conformidad con el pecado y el mundo, de cambios de opinión respecto de las cosas correctas y buenas, dadas las circunstancias. Cuando estas cosas ocurran miremos de nuevo a la palabra segura de Dios, volvamos al consejo sabio de Dios, a su palabra que da vida. Lo único seguro aquí es que Dios tiene un propósito con nosotros que está expresado en la Escritura y por eso conocido para todos, y no lo abandonará. Él no tira la toalla contigo y conmigo, él no cambia y nos ha dado a conocer su voluntad para que hagamos conforme a ella.
Este fue el caso de Jesús, que no hizo su voluntad, que consistía en no beber el trago amargo de la cruz, sino que se negó a sí mismo e hizo la voluntad de Dios que aprendió a conocer en su palabra.
Jesús hizo la siguiente oración: “pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”. Cristo murió en la cruz, porque esa era la voluntad de Dios.
¿Cuántos beneficios para nosotros trajo esa oración hecha en la voluntad de Dios?
No sólo nos trajo beneficios. Es cierto que una de las razones de la cruz era nuestra justificación, pero también la manera en que Jesús llegaría al cielo y glorificaría a su Padre. Recuerde que Dios nos ama, pero no somos el centro del universo, ese es Jesús.
Alguien podría preguntar, pero ¿cómo la muerte de su Hijo, el sufrimiento que vivió en la cruz, son el deleite de Dios? ¿Cómo, Dios se deleita y aprueba la muerte de su Hijo? Esto es lo que está implícito en Filipenses 2: 5-11 cuando dice que “Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo” y al final dice que esto es “para gloria de Dios Padre”.
Dios se deleita en que se cumpla su voluntad, el no cambiará de opinión porque su Hijo va a morir y va a sufrir. El hecho principal aquí no es el sufrimiento de su Hijo, sino que se cumplirá su palabra empeñada y el único que se glorificará con esto es el mismo Dios, puesto que realizará sus buenos propósitos con Cristo. Recuerden que el mismo Señor Jesús dijo en varias ocasiones: “Es necesario que así sea”.
Por otro lado, Jesús pone su vida voluntariamente, no es obligado y para él lo que más importa en la vida es glorificar a su Padre, de modo que la medida del sufrimiento de Cristo en la cruz es la medida del valor que la gloria de Dios tiene para él. El valor de la gloria de Dios es infinito. Al entregar su vida confiadamente a un Dios inmutable y amante, él la recupera y es exaltado a lo sumo, porque hizo la voluntad de Dios. En Isaías 53: 10 vemos que la cruz es la ocasión en que Jesús supremamente hará la voluntad de Dios.
Lo que quiero decir es que Jesús en la cruz nos muestra de una manera vívida esta doctrina de la inmutabilidad de Dios, y creo que sin la cruz no podría ser entendida, porque esta involucra al mismo Dios que se revela a sí mismo como un Dios que no cambia. A nosotros nos ayuda a entender la vida cristiana y el sentido de esta. Para Jesús lo más importante era la gloria de Dios y no su vida, él enfocó su vida en su Padre y le dio gloria.
Para nosotros es igual, tenemos la voluntad de Dios expresada en su palabra, sin embargo Él ha querido en su sabiduría no darnos las bendiciones sin que se las pidamos. 1 Juan 5: 14-15. Por eso, pedir algo contrario a su voluntad (algo que expresamente vaya contra su palabra) no es oración, sino rebelión consumada.
Esta doctrina también tiene otro propósito que espero haber ilustrado en la cruz de Cristo y es el castigo seguro de todos los impíos, aquellos que desafían a Dios, quebrantan sus leyes y desprecian su gracia. Estos viven sus vidas como si Dios no existiera, sin preocuparse de su gloria. No pueden esperar que, al final, cuando clamen por misericordia, Dios altere su voluntad, anule su palabra y no lleve a cabo su terrible venganza. Dios ha declarado: “Por eso, voy a actuar con furor. No les tendré piedad ni compasión. Por más que me imploren a gritos, ¡no los escucharé!”. Ezequiel 8: 18.
Dios no se negará a sí mismo para satisfacer los malos deseos de ellos. El es santo y no puede dejar de serlo, por lo tanto el odio eterno que el siente por el pecado se traduce en castigo eterno para aquellos que mueren en sus pecados.
Que esto nos motive a predicar el evangelio con fuerza y urgencia. Oremos